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8/12/14

¿No te gusta… pero te entretiene?

Juan Rafael Pacheco

Aquel día, el joven llegó agitadísimo a casa del abuelo, contándole que un amigo suyo hablaba mal de él.
    
El abuelo, con la sabiduría de los caminos muchas veces trillados, lo paró en seco: 
“¡Despacio, hijo mío! ¿Te has detenido en pasar lo que me vas a decir a través de las tres vallas?”
“¿Las tres vallas?”
“Así es. La primera es la verdad. ¿Examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?”
“No... Lo oyeron decir a unos vecinos...”
“Pero… ¿Lo habrás hecho pasar por la segunda valla que es la bondad? ¿Es bueno lo que me quieres decir?”
“No, al contrario...”
   
 “¡Ah! Entonces vamos a la última valla. ¿Es necesario que me lo cuentes?”
“No abuelo.”
    
“Entonces –y le puso suavemente las manos sobre sus hombros-- si no es verdadero, ni bueno, ni necesario... sepultémoslo en el olvido.”
    
¿Por qué es tan fácil hablar mal? ¿Por qué resulta fácil albergar rencores, promover sospechas, ahogarse en envidias, lanzar ataques llenos de rabia y de cobardía a los cercanos o a los lejanos? ¿Por qué la calumnia, por qué el chisme, por qué las habladurías? ¿Por qué afirmamos tan irresponsablemente que no es que nos guste chismear, sino que nos entretiene? 
    
El Padre Fernando Pascual, reflexionando sobre el tema en un artículo que glosamos, afirma que “basta con poner en la mira a un personaje de la vida política, económica, deportiva, cultural, religiosa, y las acusaciones surgen como por encanto.  Y si ha habido alguna noticia o insinuación en la prensa, todo está claro y “probado”.

A nivel privado, lo mismo, y habla mal el alumno de sus profesores, un trabajador de sus jefes o compañeros, un político de los del otro partido o de algún colaborador al que hay que quitar del medio para “ascender”, una persona cualquiera de las personas de otras razas, o de otras nacionalidades, o de otras culturas, o de otras religiones.” Y los peores: el amigo “íntimo” que, en posesión de “la verdad”, transmite infamemente las debilidades, la escoria, del que ingenuamente cometió el error de confiar en su discreción.
    
“Es fácil, muy fácil, hablar mal. Más fácil que robar, porque existen pocos mecanismos para perseguir las mentiras.
    
Lo que no resulta tan fácil es sanar las raíces que llevan a despellejar al prójimo con palabras despiadadas. Si pudiéramos sospechar que hay críticas capaces de destruir vidas frágiles, de desintegrar matrimonios, de provocar depresiones... quizá pensaríamos dos veces las cosas antes de lanzar acusaciones gratuitas o calumnias despiadadas.
    
Santa Faustina Kowalska explicaba cómo “en la lengua está la vida, pero también la muerte. Y a veces con la lengua asesinamos, cometemos auténticos homicidios” (Diario n. 119).
    
Por eso Santiago, en su carta, advertía a los primeros cristianos sobre los peligros de la lengua: “En cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición.     Esto, hermanos míos, no debe ser así” (St 3, 8-10).”
    
¡Cuán más sanas serían las relaciones humanas si todos hiciéramos pasar por las tres vallas todas aquellas cosas de las que nos hacemos eco!
Bendiciones y paz.

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