La década de los 70 registra el surgimiento de un joven músico de Altamira, Puerto Plata, que irrumpe en el escenario musical dominicano mostrando un nuevo merengue, con sus estructuras totalmente transformadas, dentro de una línea musical y contenido atrevido e irreverente, si se quiere.
Su nombre es Wilfrido Vargas y su colectivo lleva el nombre de Los Beduinos, cuyos músicos usaban trajes a la usanza de los árabes nómadas, que dan nombre a la entonces naciente agrupación. Los Beduinos estaban atrincherados en El Casbah, un pintoresco lugar de estilo arabesco, ubicado en la entrada a la capital, por la Autopista Las Américas, hacia donde todos los fines de semana se desplazaba un gran público a disfrutar del grupo.
Wilfrido, con un merengue acelerado, de innovadores sonidos y coros, al estilo “goospel” de Norteamérica y con un formidable plantel de jóvenes cantantes, se constituyó rápidamente en una válida alternativa de los bailadores, frente a Johnny Ventura y Félix del Rosario, que eran las orquestas de mayor demanda de la época.