El martes 11 de septiembre de 2001, hacia las 08:45 horas (hora local), comenzaba una pesadilla que tardó varias horas en desarrollarse y que aún no se borra de la memoria colectiva mundial.
A la hora indicada, un avión se estrelló deliberadamente contra la torre Norte del WTC, a la altura del piso 80. La torre comenzó a incendiarse. El aparato era un Boeing 767 de American Airlines que viajaba entre Boston y Los Ángeles, con 81 pasajeros y 11 tripulantes a bordo.
Dieciocho minutos más tarde, bajo la mirada de las cámaras de televisión que cubrían el incendio de la primera torre, otro avión se estrelló contra la segunda torre (la Sur) a la altura del piso 40. Se desataba así otro siniestro. Con esto, la hipótesis de un accidente como causa de la colisión en la Torre Norte quedó descartada y se comenzó a hablar abiertamente de una acción terrorista. El avión colisionado era un vuelo United Airlines que iba de Boston a Los Angeles, con 56 pasajeros y 9 tripulantes.
A las 09:10 horas, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, informó al Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, que se encontraba en una escuela de la localidad de Sarasota (en Florida), de lo acontecido en Nueva York. Minutos más tarde, Bush compareció ante los medios de comunicación, atribuyendo la tragedia a “un ataque terrorista” y asegurando que su gobierno “perseguirá a los culpables”
A las 09:43, un tercer avión se estrelló en Virginia contra las oficinas del Pentágono, sede del Ministerio de Defensa estadounidense, reproduciendo el mismo escenario de muerte y destrucción existente en Nueva York. El balance de este ataque fue de 184 muertos. El avión era un Boeing 757 de American Airlines, que realizaba el trayecto entre el aeropuerto de Dulles (Washington) y Los Angeles y que transportaba a 58 pasajeros y 6 tripulantes.
A esas alturas, el caos y el pánico se habían apoderado de Estados Unidos. Se decretó alerta máxima en todo el país. Todos los edificios públicos fueron evacuados y los aeropuertos y fronteras fueron cerrados ante el temor de nuevos atentados.
El Servicio Secreto estadounidense se convenció de que hasta la vida del Presidente estaba en peligro, por lo que el Air Force One (el avión presidencial) fue desviado de emergencia a la Base Barksdale de la Fuerza Aérea, en Louisiana.
En medio de toda esta tragedia, se produjo el más dantesco espectáculo: a las 10:00 horas, en Nueva York, se desplomó completamente la Torre Sur (la segunda en recibir el ataque), con miles de personas en su interior y produciendo una lluvia de escombros que mato a otros cientos más. Una nube de polvo se esparció por todo Manhattan.
A las 10:10 horas, parte de las instalaciones del Pentágono se derrumbaron, consumidas por las llamas.
Cinco minutos más tarde, un cuarto avión cayó a tierra en Somerset, cerca de Pittsburgh. Se trataba de un vuelo de United Airlines que viajaba de Newark (New Jersey) a San Francisco, con 38 pasajeros a bordo y siete tripulantes. Las causas de esta colisión todavía no se conocen con certeza. Dos son las hipótesis: la primera apunta a un posible enfrentamiento de los pasajeros con los secuestradores, y la segunda, que aviones F-16 de la Fuerza Aérea estadounidense lo habrían derribado.
A las 10:28, la segunda de las Torres, la Norte, se desplomó por completo, atrapando y matando a miles de personas. Entonces, un consternado alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, ordenó la evacuación de la parte sur de la isla de Manhattan y pidió calma a la población.
Pasaron varias horas antes de que se volviera a escuchar la voz del Presidente de los Estados Unidos, quien, desde Lousiana, aseguró que su gobierno “perseguirá, cazará y castigará a los responsables de estos actos cobardes”.
Ante los televisores, todo Estados Unidos y el mundo observaba con incredulidad y estupefacción “en vivo y en directo” el asesinato de miles de personas y el derrumbe de grandes emblemas del poder estadounidense. Habría un antes y un después de estos acontecimientos.
Junto con la incógnita sobre el número total de víctimas fatales, la otra pregunta que rondaba era la relacionada con la autoría de estos atentados. Todas las sospechas apuntaban a Osama Bin Laden, quien se encontraría en alguna parte de Afganistán.
¿Sabías que?
Construidas en la década de los 70, las Torres Gemelas eran, en el 2001, el tercer edificio más alto del mundo. En sus instalaciones trabajaban unos 50.000 empleados pertenecientes a las más importantes empresas financieras. Además, por ser una de las mayores atracciones de Nueva York recibían a diario la visita de miles de personas.