Una médico geriatra capitaleña que en la década del ochenta atendió a hermanas del doctor Joaquín Balaguer, reveló que el líder político y gobernante le confió una vez las razones por las cuales no contrajo matrimonio.
La doctora Rosy Pereyra Ariza dijo que recibió de Balaguer la confidencia de haber hecho una promesa interna, a raíz de la muerte en 1956 de su padre Joaquín Balaguer Lespier, de no casarse hasta que su madre Carmen Celia Ricardo no cerrara los ojos. Hizo la promesa, según ella, con el propósito de brindar el mayor cuidado tanto a su madre como a sus siete hermanas.
Pero cuando la madre murió en 1973, a los 96 años de edad, Balaguer tenía 67 años de edad y se encontraba en la cúspide de su carrera política (ejercía el segundo período del llamado gobierno de los doce años) por lo que él entendía difícil que alguien se fuera a casar con él por sus méritos personales y por amor a él y no por lo que era en la vida pública, dijo la especialista en enfermedades de la vejez.
“Él prefirió dedicarse a cuidar y a fortalecer ese núcleo familiar y a trabajar por el país”, expresó la doctora Pereyra Ariza, una de diez expositores en la mesa redonda “Historias de Joaquín Balaguer”, efectuada en el foro Pedro Mir, de Librería Cuesta, por idea y organización del periodista José Pimentel Muñoz.
En la actividad expusieron el ingeniero Federico Antún Batlle, presidente del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC); los doctores Manuel E. Valdez Guerrero y Héctor Mateo, oftalmólogo y cardiólogo, respectivamente, quienes asistieron en diferentes épocas a la familia Balaguer; los licenciados Joaquín Ricardo, Roberto Martínez Villanueva y Rafael Vidal Martínez, funcionarios en los gobiernos reformistas; Rosa Domínguez, del personal secretarial de Balaguer, y los señores Cristóbal Pérez Siraguza, Andrea Heyaime y Andrés Moreta Damirón.
La doctora Pereyra Ariza contó que en 1984, a poco de regresar al país tras especializarse en geriatría en Inglaterra, fue requerida desde la casa del doctor Balaguer en la avenida Máximo Gómez para que asistiera a su hermana Ana Teresa Balaguer (Laíta), quien se encontraba muy enferma.
“Ahí comienza una de las más lindas etapas de mi vida: estar cerca del doctor Balaguer”, apuntó. En ese momento él se encontraba, desde 1978, fuera del poder y diariamente, tras caminar en el parque Mirador del Sur, visitaba a su hermana, y conversaba con la geriatra, quien tenía que explicarle lo que había ocurrido durante el día con la enferma.
En la intimidad
La médico, de fácil dicción, hizo la siguiente historia: “Mientras pasaron esos dos años, las cosas estaban muy tranquilas.
Estaban presentes solamente doña Carmen Ricardo y algunos familiares y amigos muy íntimos. Pero, al Balaguer alcanzar el poder de nuevo en 1986, ustedes se imaginarán la avalancha de personas que acudían no todos los días, pero sí todos los sábados. “Ahí se presentaban todo tipo de caracteres y situaciones. Ahí conocimos nosotros no solamente el acercamiento y el amor que el doctor Joaquín Balaguer sentía por su familia, sino cómo se comportaba con el manejo del estrés (honestamente yo hasta aprendí un poco en ese sentido) y cómo se comportaba con el manejo de la gente que le rodeaba. Y le voy a poner algunos ejemplos: se presentaban personas pidiéndole posiciones. Esa era una cosa muy común. A veces había otras personas que ya ocupaban esas posiciones. Y nunca olvidaré que un día fue una persona a pedirle una posición y él le dijo: ‘pero y esa persona no lo está haciendo bien’’. Ya usted sabe cuando ponen a una persona entre la espada y la pared. No se atrevió a alegar más nada. Balaguer insistió: ‘si lo está haciendo bien, para qué cambiarla’.
“Otras veces iban pidiendo ayuda para candidatearse. Mire que yo me quiero lanzar a senador, a diputado.
Él contestaba: ¡arranque! Era su forma de dinamizar el partido. Una forma de dinamizar el partido que noté durante todos los años que estuve a su alrededor fue esa: que cada vez que alguien se presentaba, él le decía ¡cuente con mi apoyo y láncese! Entonces la gente buscaba unos chelitos donde fuera para tirarse en la geografía nacional y dinamizaba el partido.
Austeridad
“Una cosa que noté fue que la austeridad no era una pose para el doctor Balaguer. Ese sentido de ser austero en el gasto no solo se manifestaba en el gasto del país sino hasta a nivel de su familia que él adoraba. Recuerdo que una vez doña Laíta necesitó un antibiótico porque tenía una neumonía y el antibiótico que nosotros pensamos que era el mejor en esa época costaba mil cuatrocientos pesos. Eso era mucho dinero. Cuando nosotros le dijimos que necesitábamos ese medicamento y que costaba tanto, se impresionó y dijo: ¡y qué es lo que tiene, oro !
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HERMANAS NO FUERON VELADAS EN FUNERARIAS
“Balaguer nunca permitió que ninguna de sus hermanas que falleciera, la llevaran a una funeraria. Recuérdense que los velatorios eran en su casa. Nunca olvidaré cuando murió doña Laíta y tuve que llamarlo para comunicárselo.
Él llegó a las 6:30 de la tarde a esa habitación y se mantuvo la noche entera en pie y no se sentó hasta el día siguiente cuando ya había llegado toda la gente.
“Esa experiencia durante los años vividos hasta 1990, cuando muere dona Laíta, fue inolvidable para mí: me enseñó a fortalecer el amor a mi patria, a entender que las cosas se hacen cuando se puede, me enseñó a controlar mi temperamento viendo la pasividad con que él afrontaba las cosas que se le presentaban”.
Más adelante, la doctora Pereyra Ariza brindó atenciones a Ninina, otra de las hermanas de Balaguer, quien falleció a principios de la década del 90.