Con esta historia sobre los célebres cantantes de salsa, Richie Ray y Bobby Cruz, damos inicio a la publicación de diez textos construidos en el Taller Ciudad Crónica, realizado por la Fundación Casa de la Lectura con el apoyo del Ministerio de Cultura, la Biblioteca Centenario, Universidad Icesi y GACETA.
Aquel lunes, después de un fin de semana “bien loco”, a Richie se le puso “tenebrosa la mente”. Estaba fumando mucha marihuana. Escuchaba una voz que le susurraba al oído “yo soy todo lo que tú necesitas”. Después de sacudirse el humo, se decía: “Tengo que cogerla suave, tengo que bajarle un poco a la locura”. Ese mismo día lo entendió: era el llamado de Dios. En 1974 el pianista Richie Ray, que para ese momento tocaba el cielo (¿o el infierno?) de la fama con las manos, decidió convertirse al cristianismo y renunciar a lo que hoy recuerda como su “vida de vacilón”.
Para 1974 Richie Ray y Bobby Cruz ya habían grabado siete álbumes. Uno de ellos, en 1971, bajo el sello de la Fania All-Stars. Una producción musical que se convirtió en el más popular de sus más grandes éxitos. ‘Sonido bestial’ sigue siendo la canción que hace los cueros sonar.
Para Richie, la fama llegó de la mano de una ‘compañía’ conocida por muchos cantantes: drogas, licor y mujeres. Sin embargo, se repetía a sí mismo: “esto no es felicidad”. Por eso le urgía hablar con su hermano mayor, su otro yo, su escucha. Lo llamó y le contó lo que había sucedido:
-¡Bobby, el Señor me habló!, le dijo. -¿Qué te dijo? ¿Cuánto va a pagar?, le contestó Bobby sin entender.
Ese mismo año se habían ganado un concurso en el Coliseo Roberto Clemente de Puerto Rico, una maratón de 12 horas contra 24 bandas que les otorgaría el título más preciado de su género musical. Ya no eran Los Durísimos, como para ese entonces se les conocía por haber grabado un álbum con dicho nombre en 1969. Ahora eran los reyes: Los Reyes de la Salsa. Quizás por ello, al oí hablar del ‘Señor’, Bobby pensaba que se trataba de una nueva presentación, pero al otro lado del teléfono Richie lo se aclaró sin titubeos: estaba en un proceso de conversión.
Como un enamorado desesperado que se niega a la separación, Bobby quiso rescatar a su compañero de orquesta y evitar que arruinara lo que habían construido durante doce años como dúo. Lo intentó todo. Llegó incluso a llevarle dos modelos —un par de gemelas paisas— a la puerta de la habitación del hotel donde se estaban hospedando en Nueva York, seguro de que no podría rechazarlas.
Desde ese episodio han pasado poco más de cuarenta años. Es el 2 de agosto del 2014 y en el restaurante del Hotel Dann Carlton de Medellín, mientras hace un gesto y agita el aire con su pañuelo blanco de rayas azules, Richie admite que las gemelas le parecieron despampanantes. Aún así las rechazó. “En el cuarto empecé a hablarles de Dios”, recuerda con gracia. Según sus cuentas, Bobby estuvo insistiendo durante cinco meses para que dejara atrás la idea de convertirse. Pero perdió la paciencia y se fue.
El amor artístico que se habían jurado once años atrás, cuando Bobby le propuso a Richie conformar una agrupación “con lo que tú sabes y lo que yo aprendí”, desafinó. Y tal como ocurre en las telenovelas, apareció un tercero: Bobby consiguió un nuevo pianista. Buscó consuelo en los dedos musicales de otro amor. Un nuevo amor que duraría muy poco.
Según conocedores de la salsa como César Pagano, a pesar del color de la voz de Bobby, la magia de este dueto solo ocurre con los arreglos de Richie en el piano. Quizás por ello, cuando Bobby debutó solo no tuvo la misma aceptación. Bobby, pues, no tardó en regresar en busca de su otro yo. Y Richie, claro, lo esperaba con los brazos abiertos y La Biblia en la mano: “Te presento a la salvación”.
Adiós a la salsa
Hay amores que cambian vidas. En noviembre de 1974, Bobby se convirtió al cristianismo: “Tuve una experiencia con el Señor. Una visita en mi casa. Me tocó reconocer que Dios es real”.
En 1977, Richie apareció sentado junto a Bobby en un ‘talk-show’ cristiano de la televisión estadounidense: The PTL Club. El conductor les hizo una pregunta sobre el nuevo camino que habían tomado en su carrera artística: “Vamos a decirlo de una vez por todas para que millones de personas sean testigos, Richie Ray y Bobby Cruz no cantan para el mundo ya más, cantan para Jesucristo solamente. ¿Es cierto?”, los interrogó el periodista. Al unísono y en coro, ambos respondieron: “Amén”.
Durante los siguientes 25 años, el dueto se dedicó a producir solo música cristiana. Atrás quedaron sus viejos himnos: ‘Agúzate’, ‘Cabo e’, ‘Yo soy babalú’. Ya no más cantos a Orishas, deidades de lo Yoruba. Ahora, todas sus canciones hablaban de Dios: ‘Reconstrucción’, ‘Juan en la Ciudad’, ‘Ruth’ y ‘El señor’. Todas sus producciones grabadas entre 1975 y 1999 fueron inspiradas en La Biblia.
Gary Domínguez, salsero y fundador del Encuentro de Melómanos y Coleccionistas que se realiza desde hace 23 años en la Feria de Cali, dice que para los salseros caleños fue difícil entender el cambio de la tonada musical de Richie Ray y Bobby Cruz. No la aceptaban, les hacían falta las antiguas ‘bestias’.
César Pagano dice que para él la conversión de Richie y Bobby siempre fue una contradicción: “Ellos venían de una manera muy libre de hacer la música, y para entrar en la religión hicieron una mezcla pragmática. De la rumba, al recogimiento y la solemnidad hay grandes brechas que son imposibles de cruzar”.
Sentado en el Hotel Dann Carlton de Medellín, mientras toma su desayuno, Richie recuerda que en las iglesias les cerraban las puertas en la cara. No solamente fueron rechazados por sus seguidores, sino también por los cristianos que creían que su música era “pagana”. Pero como quien se enfrenta al mundo por amor, su relación en “tiempos difíciles” se fortaleció: “Si no nos reciben en las iglesias, entonces hacemos una propia”, le dijo Richie a Bobby. Hoy han abierto más de 70. En 1980 fundaron su primera iglesia en Miami: Casa de Alabanza, donde han llegado a tener más de 2500 discípulos que llevan su mensaje y enseñanza alrededor del mundo.
Richie se seca el sudor de la frente con su pañuelo de rayas azules, “la gente, en ese tiempo, pensaba que éramos gais”. Lo dice, vocalizando lentamente la última palabra y abriendo los ojos. Cuenta que el único homosexual resultó siendo el tercero en discordia: el pianista que había buscado Bobby.
Son las 12:30 de la tarde y Bobby no ha aparecido en la mesa. Pero Richie es un hombre paciente. Con 34 años como pastor de una iglesia, ha aprendido a soportar la espera. Y sabe que Bobby no tardará en aparecer…
Arrepiéntete
‘Agúzate’ se convirtió en ‘Arrepiéntete’. La misma pista con diferente letra. Una letra que hablaba de dos hombres entregados por completo a la religión: Conviértete que te están buscando. Después de 25 años tocando solo en iglesias cristianas, Richie y Bobby habían dejado atrás su legado musical: “Llegamos a pensar que la música que tocábamos antes de convertirnos era pecado”, recuerda Richie.
Para 1999 apareció José Pabón, promotor puertorriqueño que buscaba una presentación donde Richie y Bobby volvieran a tocar sus antiguos éxitos. Richie trataba de esquivarlo porque Pabón no era cristiano. Sin embargo, la insistencia del hombre, logró sembrarle una duda: “Me decía que nosotros estábamos muy cómodos dentro de nuestras cuatro paredes de la iglesia, pero que había toda una generación que se estaba perdiendo nuestro
mensaje”.
El concierto se realizó el 16 de noviembre de 1999, en el Coliseo Rubén Rodríguez en Puerto Rico. Allí, Bobby habló de su conversión: “Yo quiero que prendan todas las luces, porque lo de Dios es en luz”, y comenzó a predicar durante aproximadamente una hora. Aquella presentación quedó grabada en el disco ‘Un sonido bestial’ bajo el sello de Universal Music. De los 109 álbumes que han grabado, este trabajo musical ha sido de los más vendidos.
De eso hace ya 15 años, tiempo que llevan de nuevo en los escenarios. Ahora alternan sus éxitos de siempre con canciones cristianas. “Desde ese concierto comprendimos que nuestro llamado no era tocar en las iglesias, sino llevar nuestro mensaje al mundo”.
Ricardo y Roberto se conocieron cuando eran jóvenes. Sus madres habían trabajado juntas en una fábrica: ambas eran costureras. Como hilando lo que sería el futuro de sus hijos, se construyó una amistad. “Yo creo que si nos juntamos podemos hacer algo”, le propuso Roberto a Ricardo en 1963. Empezaron a hacer música, a mezclar ritmos que para Richie eran lo que le daba el sabor a la comida: el kétchup. Cinco años después vinieron por primera vez a Cali: el 26 de diciembre de 1968 cuando se inauguró La Caseta Panamericana. La entrada costaba $10.00. Eduardo Lozano, el director de la XI Feria de Cali, decidió traerlos, sin saber que llenarían aquel lugar, sobrepasando su capacidad por 3000 personas.
Umberto Valverde, periodista y escritor, recuerda cómo la gente se enloqueció por su música: “Desde ahí la salsa empieza a bailarse en todas las clases sociales”. Fue un contagio del que nadie se salvó.
Sonido Bestial.
Richie tiene 69 años; 32 dientes nuevos que, dice, le costaron US $10.500, y las dos rodillas operadas. Los 51 años de piano se le notan en las manos; la piel de la punta de sus dedos se despelleja de a pocos. Eso a él parece no importarle. Lo suyo es seguir tocando el piano arrebatao’.
Bobby tiene 76 años, una marca de ropa llamada ‘Bobby Cruz Collection’ y tres hijos: Tania, Cindy y Bobby Junior. El 2 de agosto, cuando me encontré con ellos en el Hotel Dann Carlton, Richie desayunaba y Bobby estaba en la peluquería arreglándose para su presentación de esa noche en la Feria de las Flores de Medellín. Es vanidoso. Ambos lo son. Richie siempre está perfectamente afeitado. Bobby cubre su mirada con unos lentes oscuros que combinan con sus camisas.
“Bye honey. I love you”, le escucho decir a Richie. Son las 10 de la mañana y él comparte su desayuno a través Skype. En la pantalla de su iPad se ve una mujer sonriente de cabello castaño y ojos verdes. Es Angie Ray, su esposa. No tienen hijos, solo cientos de seguidores. Ambos son pastores de la Iglesia Vida Cristiana en La Florida.
Mientras toma a sorbos una taza de café con leche que pasa con agua, se recuerda a sí mismo que está a dieta y que el doctor lo mandó adelgazar. Sonríe y me dice: “Con Bobby vamos a caminar un poquito más, ¿sabes?”.
Y es que este dúo no solo camina. Ellos componen, graban, tocan, cantan, predican. Eso sí, no bailan porque aún no han aprendido. Su gira alrededor del mundo parece más una carrera contra el tiempo: del Madison Square Garden en Nueva York, al Centro de Eventos las Palmas en Villavicencio. Del Coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón en Puerto Rico, al Teatro Jorge Isaacs en Cali. A veces solo tienen 24 horas de descanso entre un show y el otro. Una presentación de Richie Ray y Bobby Cruz cuesta $70.000.000.
A pesar de la edad y del correteo quieren seguir haciendo música. Más que por amor al arte o a la salsa, porque sienten que es un llamado del Señor: “Este es el ministerio de nosotros, es lo que debemos hacer”, asegura Richie.
No en vano dice que su relación con Bobby es lo más parecido a un matrimonio bien llevado. “Cuando nos juntamos hay una gracia especial”. Cree que esa gracia es el toque de Dios. De Dios y del amor que siente por Bobby. Lo admira, y sabe que su unión es perfecta porque se complementan: “El secreto es que cada uno trae un ingrediente diferente al plato”. Muchos se preguntan cómo es que han durado tanto. Richie dice que es sencillo: “Solo cuando estamos juntos es que esto funciona”.